¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Blas Ramòn escriba una noticia?
Bienvenidos a mi blog Espero que los contenidos sean de tú interés.
Blas Ramón Rodríguez © 2016
El neurólogo Oliver Sacks se enfrentó en los últimos meses a la tarea más difícil con la que pueda enfrentar cualquier pensador, sobre todo alguien que dedicó toda su obra a tratar de entender el funcionamiento de la mente humana: explicar su propia muerte.
Los que le hemos leído, siempre aprendimos un poco más de tolerancia, de optimismo y de agradecimiento con la vida. De hecho, mi afición a nadar me viene de mi rehabilitación de la polio, de los esfuerzos de mis padres y de mucho más tardíamente de la lectura de la biografía de este excepcional neurólogo y escritor, quien hasta poco antes de su muerte, a los 81 años de edad, todavía se nadaba mil quinientos metros cada día. Bueno si en algo me apetecería parecerme a Sacks es en esto, en lo de vivir más de 80 años me refiero y en lo de nadar 1500 al día, aunque para alcanzar una u otra cosa, o ambas, aún me queda mucho camino que recorrer. El gusto por los helechos, a los que el doctor considera como esos grandes supervivientes es algo que también me fascina de él, será por lo que también me gustan a mí estas plantas milenarias, y por el recuerdo que me traen de los patios canarios de los innumerables doctores, más que ninguno Don Emilio Tomé, que visité de pequeño a costa de la cintura de mi madre y de las horas extra de mi padre, gracias a lo cual aprendí a caminar, y mucho.
Los que no sepan nada de este ser con sentidos, de este maravilloso pensador, probablemente se hagan una idea del personaje por la película Despertares (1990). Basada en la biografía de Sacks, relata la historia real del descubrimiento, en 1969, de los efectos benéficos temporales de la L-dopa y su aplicación a pacientes catatónicos que sobrevivieron a la epidemia de encefalitis letárgica de 1917-1928, en Estados Unidos. En la película Oliver Sacks es interpretado por el actor Robin Williams bajo en nombre de Malcom Saver y el paciente experimental por Robert De Niro. Aquí les ofrezco un breve trailer de esta película.
Oliver Sacks es un narrador sorprendente, capaz de transformar el estudio y la exploración científica en obras literarias de profundo calado humano. La curiosidad, la exploración y la lectura es un "virus" que el buen doctor (el doctor que a todos nos hubiese gustado tener si no fuera por la complejidad y tremendidad de las enfermedades mentales que trataba) nos inocula cuando le leemos. La actividad profesional y académica de este hombre empático nos sitúa ante la evidencia de que los milagros sencillos no existen, y cuando se producen desde el punto de vista científico, se basan en la lucha de la persona por preservar su identidad. En su obra, especialmente en sus ensayos, Sacks nos explica de una manera muy accesible a la comprensión de casi todo el mundo, gracias a sus textos tremendamente entretenidos, el extraño viaje entre la mente y eso indefinido que llamamos alma de cada ser individual: ¿cómo funciona la memoria?¿que significa ver y escuchar lo que nos rodea?¿Por qué hay enfermedades con capacidad para definirnos?¿ De qué trata el amor y el deseo sexual?
La lectura del "El hombre que confundió a su mujer con un sobrero", un caso real tratado desde una calidad literaria singular, la realicé en el estudio de un caso de agnosia visua l propuesto en una actividad de psiconeurología, en la Universidad San Jorge, hace ya unos cuantos años. Sin duda el caso le venía como anillo al dedo a la práctica que realizábamos. El señor P, distinguido músico empezó un día por no reconocer a alguno de sus alumnos, no identificaba sus caras, pero en cuanto oía su voz sabía perfectamente de quién se trataba, también las reconocía si las tocaba. Pero empezó a cometer errores visuales absurdos. En cierta ocasión cuando alzó la mano para coger su sombrero agarró la cabeza de su mujer en su lugar. Pasó poco tiempo hasta que los incidentes relacionado con el deterioro en el reconocimiento de rostros se multiplicaron, provocando situaciones de perplejidad y miedo. ¿Qué sucede en realidad en el cerebro de alguien que llega a confundir a su mujer con un sobrero? Lo que sucedió con este hombre es que la parte visual del cerebro, la corteza visual del lóbulo occipital, empezó a degenerar. Como contrapartida a esta enfermedad neurológica degenerativa, el músico empezó a desarrollar mecanismos de supervivencia apoyados en la memoria musical, así, cuando necesitaba recordar alguna cosa la asociaba a una melodía que componía expresamente o a una canción. Como Mr. Magoo o Rompetechos acababa, en su desgracia, produciendo numerosas situaciones cómicas, como dar palmaditas a las bocas de incendio creyéndola la cabeza de los niños, quedarse mirando a un mueble como quien está esperando que el otro le conteste. El libro cuenta veinticuatro historias de pacientes, cada cual más sugestiva, agrupadas en cuatro partes llamadas Pérdidas, Excesos, Arrebatos y El mundo de los simples. Resulta difícil seleccionar alguno de sus personajes, y no porque sepamos de antemano que no se trata de personajes de ficción, sino de individuos reales, personas con enfermedades neurológicas definidas, sino porque cada uno de ellos presenta una dimensión de la lucha por la superación incomparable. En el " artista autista ", donde más que en ninguna otra Salck manifiesta su forma de concebir la medicina y la literatura, y abordar a través del trastorno el aislamiento humano, así como las conexiones vitales verticales y directas con la naturaleza, con la realidad y sus influencias. El personaje lograba las conexiones directas a través de su capacidad para dibujar; como científico, su misión era proporcionarle una oportunidad que mejorase su vida. Otro de las historias que te atrapan de inmediato es la de " El hombre que se cayó de la cama " En este caso el paciente no reconoce una de sus piernas como propia, y el problema deriva de un trastorno mental que hace que la persona no tenga información sobre la misma, es decir, carece de percepción propioceptiva relacionada con la posición relativa de la extremidad, ni nocioceptiva, por la cual ha perdido las sensaciones de dolor, ni termoceptiva, por lo que sobre la misma no siente ni frío ni calor. El relato es delirante de desconexiones neuronales tratados con gran maestria y solidaridad, como toda su obra.