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Se puede intentar una aproximación de los políticos que tenemos a partir de los datos del INE, se estima que la cifra estaría entre los 78.000 políticos directos
¿Qué somos los ciudadanos para los políticos en realidad? Una papeleta en una urna el día de las elecciones, nada más. Para algunos, incluso resulta impensable que nos expresemos libremente. En su retorcida mentalidad, podemos llegar a ser también un elemento básico de total entrega a un ideario, perdiendo previamente, claro está, la capacidad de pensar por nosotros mismos. En realidad, sólo es un burdo insulto a la inteligencia de quienes nos movilizamos, pensamos y entendemos la realidad social de España, porque estos manipuladores, prepotentes y falsos representantes creen, no sé si por estupidez o por necesidad, que carecemos de criterio y que sólo nos movilizamos espoleados, engañados por el gurú de turno.
Y hoy no hablo de izquierdas o de derechas, porque en realidad, en la mente podrida de casi todos ellos habitan fantasmas de tipo filoparanoicos. Por eso, si alguien pone en marcha un movimiento, tiene forzosamente que estar a sueldo de otro. Para ellos es imposible que se trate de un simple ciudadano preocupado. Ven conspiraciones, y piensan que esos conspiranoicos, por alguna razón que no alcanzan a comprender, están al servicio de algún ente maligno que les permite mover a las masas ignorantes a su antojo. No pueden entender que ese poder emana directamente de la necesidad de una sociedad hastiada. Creen que es como lo sienten ellos, la ambición, el interés por encaramarse al poder y obtener prebendas.
Los españoles nos hemos vuelto exigentes con los políticos y eso es bueno, es saludable y necesario. Hasta hace poco, los políticos podían hacer lo que quisieran sin que nadie los cuestionara, tal vez, ni la propia Justicia, hoy eso ha cambiado, ya no pueden seguir comportándose como niñatos tiranos y antidemócratas. En realidad podríamos entender la democracia como el temor de los políticos a su pueblo. Dado que lo contrario sería la dictadura.
Los culpables de haber llegado a un grado de degradación tan alto de la democracia y de la ética política hemos sido los ciudadanos, por haber dejado que estos zampabollos, zánganos y haraganes nos hayan gobernado como sátrapas y por haber permitido sus abusos, desmanes y delitos. La exigencia a los políticos españoles es tan inexistente que para ser presidente del gobierno hay menos requisitos que para ser oficinista o celador; estos cuando menos, han de superar duras oposiciones y conocer la Constitución y su aplicación.
Hemos ignorado durante mucho tiempo que la democracia no es sólo votar cada cuatro años, sino también vigilar a estos políticos disolutos e impertinentes impidiéndoles que se comporten como tiranos e iluminados todopoderosos y limitando sus poderes a la vez que frenando sus excesos.
Podríamos entender la democracia como el temor de los políticos a su pueblo. Dado que lo contrario sería la dictadura
Dejamos las puertas abiertas del Estado a la corrupción y a un estilo de hacer política repugnante, donde frases, como “en política todo vale”, “al enemigo ni agua” o “en política no hay que dejar heridos sino cadáveres” suponen la aberración de la legalidad y el gobierno. La permisividad de los políticos en los gobiernos de Felipe Gónzalez fomentó el desvío, el descarrío, la perdición, la perversión y el vicio de un Ejecutivo y de aquellos que lo componían o se acercaban a él. Por desgracia, este estilo González marcó la vida de la democracia española y fue imitado sin reparo por sus sucesores socialistas y por la derecha del PP, convirtiendo la democracia española en un cuchitril, en una cochiquera.
En España hay, aproximadamente 78.000 representantes públicos, en su inmensa mayoría en el ámbito municipal con un 95 %. 258 senadores, 350 diputados, 54 diputados europeos, 74.000 alcaldes y concejales, 1.206 parlamentarios autonómicos, 1.031 diputados provinciales, 139 responsables de cabildos y consejos insulares y 13 consejeros del valle de Arán. Y estos no son sino la primera fila del drama de una España invadida por políticos parásitos prescindibles. Hay además otros 400.000 políticos incrustados indirectamente en el Estado con puestos de trabajo, casi siempre directivos, en las distintas administraciones, instituciones, empresas públicas, consejos de administración, cajas de ahorros, universidades, partidos políticos, aparatos sindicales y cientos de espacios más de la sociedad civil.
Esta sobresaturación de políticos no sólo afecta a la economía, soportando este terrible lastre, sino que daña también aspectos como la ética pública, la organización de la sociedad y el funcionamiento de un Estado justo e igualitario. ¿Así se pretende luchar contra la corrupción? Por favor, ¿piensan que al pueblo se le escapa que es precisamente este exceso de políticos lo que propicia la corrupción? Y no olvidemos la caída de valores que esto acarrea.
Decía al principio que esto no va de izquierdas o de derechas, empíricamente, ¿hasta qué punto el color del partido que gobierna afecta al tipo de políticas públicas que se implementan? Me gustaría poder decir que en diferentes periodos gobernados por distintos signos políticos se han sentido las políticas más de una posición que de otra, pero, naturalmente, las diferencias relevantes más bien han sido de tipo ideológico o de tipo socio-económico que no han afectado en nada a la realidad social del país. No tiene en realidad mucho sentido comparar las políticas públicas que ha realizado el PSOE en sus etapas de gobierno con las del PP en sus ocasiones. Estas políticas y sus consecuencias sobre los ciudadanos se diferencian en tan escasos aspectos, y tan difícilmente cuantificables, que resultaría arriesgado atribuir diferencias observables en sus presupuestos exclusivamente dirigidas a mejoras sociales eficientes.
En definitiva, al contrario de lo que ocurre en los países de la UE, no parece que en España los grandes partidos se diferencien en términos presupuestarios en lo que se refiere al gasto total y a las partidas de gasto agregadas. Es difícil saber si estos resultados serían extrapolables a otros partidos, pues aún no han gobernado. ¿Cambiaría algo la llegada de Podemos o Ciudadanos al gobierno?