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Vistos hacia horas los lagos de Saliencia y dejando atrás la panorámica que nos había hecho disfrutar del lago del Valle, volvíamos por la vega de Camayor cuando un contratiempo nos hizo perder, si no ganar, algo más de una hora.
Caminábamos a buen paso bajo el sol estival cuando los ojos avizores del más joven de la expedición vieron como un numeroso grupo de rebecos ( Rupicapra pyrenaica ) se alejaba conforme avanzábamos. Mayúscula fue nuestra sorpresa cuando los bóvidos se situaron, aunque lejos, frente a nosotros.
El deleite llegó cuando un puñado de alevines comenzó a travesear y cabriolar en la nieve sin descanso. Y más allá de las lentes de las cámaras, del telescopio, de los prismáticos, nuestras retinas viajaron años atrás y nos sentimos niños mientras nuestra risa brillaba.