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Cuando Arnold, héroe cinematográfico de los reaganomics y símbolo de la hiperviolencia, apareció con una playera en la que anunciaba haber sobrevivido a Maria Shriver, los paladines de lo políticamente correcto saltaron a la yugular del ex Mr. Olympia
No le perdonaron que después de haber humillado a una Kennedy engañándola con una mucama guatemalteca, todavía se atreviera a salir públicamente con esa provocación. Más si tomamos en cuenta que uno de sus hijos yacía en una cama de hospital luego de un accidente. Creían que, dadas las circunstancias, el ex gobernador de California no tenía ningún derecho a comportarse como Charlie Sheen. Ilustración: Blumpi Eso, por supuesto, es una injusticia; de la misma manera en que cualquier mujer tiene derecho a tener su etapa Lindsay Lohan o Britney Spears o Paris Hilton, todo hombre tiene derecho a su momento Two and a half men. Cuando el hombre que interpretó a Terminator, el cyborg que salvó a la familia Connor, Sarah y John, de los maleficios del imperio robótico, se apareció con ese grito de libertad y de alivio en el pecho, hubo que pensarlo muy bien antes de criticarlo. Podía haber elegido cualquier lema para esa playera: Sobreviví a Bush, Sobreviví al Depredador, Sobreviví a un jardín de niños, Sobreviví a Sylvester Stallone, Sobreviví a mí mismo... Bueno, pudo haber gritado Sobreviví a los anabólicos, pero eligió la frase que representaba lo que más le podía. Más aún que el fracaso de la cadena Planet Hollywood que encabezó junto a Bruce Willis y Demi Moore. Scwarzenegger No le perdonó nunca a Maria que no lo dejara disfrutar de la crisis de la mediana edad hasta ya muy entrado en su quinta década. Eso no se le hace al sargento John Matrix de Comando, quien con un dedo acababa con decenas de enemigos de manera sangrienta, y es conmovedor que el mismísimo Conan el Bárbaro, cuya espada hizo temblar a reinos inexpugnables y acabó con el imperio de sátrapas y hechiceras, hubiera sido derrotado por una Kennedy que taladró cotidianamente su estatura moral de winner de tiempo completo: él, que había sido Mr. Freeze, el doctor Frío, archienemigo de Batman, y Jericho Cane en El Día final, había terminado convertido en una caricatura de sí mismo. Quizá Maria, con la perspicacia de formar parte de la última familia real estadunidense, sabía que la única manera de cobrar venganza por el circuito de canalladas maritales a las que fue sometida era echando a Arnold del paraíso de los Kennedy y condenándolo a ser de nuevo aquel ponchado inmigrante desprovisto de clase y pedigrí, pero eso no se le hace al gobernator vencedor de mil batallas, de enemigos temibles y ejércitos descomunales en una filmografía al ritmo de “El dinero no da la felicidad. Ahora tengo 50 millones pero ya era feliz cuando tenía 48”. Arnold terminará en el terapéutico exorcismo de brindar con extraños, extraviarse en los humos del alcohol y explicar que es el humo del cigarrillo el que lo hace llorar desde una esquina nada neutral de la mesa que más aplauda. Seamos comprensivos o para vengarse de nosotros hará la segunda parte de Twins. Antes de su decadencia definitiva cantando con mariachi “Sombras, nada más...”, recordémoslo como Douglas Quaid, El Vengador del futuro, y su gemelo diabólico en la superficie marciana, Hauser, cuando afirma: “They stole his mind, now he wants it back”. Vía: Milenio Semanal