Los italianos se preguntarían que se hace con Matteo Renzi, los alemanes qué pasa con las sanciones a Rusia mientras se construye para ellos en exclusiva el gasoducto Nord Stream 2 y los británicos no salen de su asombro, después del asombroso correctivo aplicado a la señora May.

Mientras tanto un amplio sector de estas sociedades está empeñado en seguir de cerca la pantalla de sus televisores, en una extraña competencia por descubrir cuál de todos los pueblos del planeta es el más imbécil.

La sociedad japonesa ya supera con creces el primer puesto desde hace años, cuando inventaron que la mejor forma de conquistar sus derechos laborales frente a los empresarios era trabajar gratis aumentando la jornada laboral sin cobrar.

Después de eso llegaron los espectáculos televisivos, esos que los listillos pro yankees llaman Reality Show, gracias a los cuales los japoneses demuestran que el hombre es capaz de hacer cualquier estupidez sin pestañear con tal de salir en la TV.

Hay que recordar que los japoneses son famosos por hacerse el Harakiri y por alcanzar la condición de héroes haciendo el Kamikaze, también por comerse la comida cruda, eso que llaman Sushi, Sashimi o el Tataki.

Así que no es de extrañar que algunos políticos sigan el camino de los japoneses, arrastrados tal vez, por esa manía snobista de nuevos ricos que atenaza a las sociedades occidentales y especialmente al hemisferio norte, porque en el sur siguen con sus asaditos, sus arepas, casaba y corruptelas varias.

No es que nos tomen por tontos, es que forman tontos con su sistema

No es de extrañar, por la proliferación de restaurantes de comida cruda, el tal Sushi, que se ha convertido en comida rápida y le hace la competencia a la pizza, amenazando con alterar el metabolismo de los votantes.

Pero le amenaza de cerca algo que ha invadido la cultura culinaria de los franceses que se rinden ante la TV espectáculo lo mismo que se han rendido ante Macrón: los crudités, la moda de comer vegetales crudos mojaditos en una salsa al gusto.

Lo han puesto de moda en todas las recepciones oficiales, de tal manera que mientras se mastica de forma sonora el triturado de los molares de la consabida Zanahoria o el aromático Apio, se reparten las carteras ministeriales o se recomienda a tal o cual empresa que dejará suculentas…comisiones, conocidas en el argot… de la cocina como cazos.

Para dar mayor realce a la estupidez y el snobismo, se han “inventado” términos como Hummus, que en el román paladino de la RAE viene siendo: Conjunto de los compuestos orgánicos presentes en la capa superficial del suelo, procedente de la descomposición de animales y vegetales. en fin una guarrada.

Pero todo esto poco importa a toda esta caterva de ignorantes metidos a listos de plató y condecorados por el ministro de turno.

Lo importante es comer crudités mojados en humus antes de ir al plató a contar estupideces  a los millones de estúpidos que se las tragan… como la comida… cruda sin saber si es bueno o es malo para su salud…o para la salud del país.

Estamos ante un tipo de políticos, policías y empresarios, que juegan haciendo experimentos hasta ver lo que sale, a cada cual más peligroso.

La conciencia crítica de las sociedades no parece existir y aquí todo vale hasta que se demuestra lo contrario… antes nadie sabe nada, nadie dice nada.

Hay que acabar con tanta estupidez pública y privada.

@ordosgonzalo

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