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Después de más de dos años encerrados debido a la pandemia, regresé a mis clases prenciales a la Universidad Nacional Autoónoma de México..
Al principio, cuando nos anunciaron que debiaamos retornar a clases presenicales -habíamos estado imparticiendo clases a distancia- muchos de los profesores buscaron excusas para prolongar el periodo de permanecer en casa. Yo permanecí al margen, porqiue estaba ocupado en ordenar mi caos interior que tenía que ver con cierto miedo a enfrentarme a la proximimidad del contagio, aun cuando las vacunas estaban hciendo su parte en nmuestro cuerpo, y, por otro lado, en la necesidad de volver a reencontrarme con la actividad social, el comtacto directo con los otros. De modo que no sabía si el miedo a una mayor posibilidad de contagio o la necisidad de socializar terminarían por imponerse, por eso decidí permanecer al margen.
La mayoría de los ciudadanos, de las metrópolis importantes del país, tienen al menos un caso que contar relacionado con este letal virus, y su narrativa va de acuerdo con esta experiencia. Y si en un principio esperaban, casi morbosamente, como espera un ama de casa el siguiente capítulo de su telenovela, la hora en que el subsecretario de salud diera su informe diario; con el paso de los meses, los ciudadanos se volvieron inmunes a las violentas cifras, un poco porque la convivencia con la muerte se convierte en una estadística.
Supongo que la mayoría anhelaba el regreso a las clases presenciales, pero en condiciones seguras. Para muchos profesores era tan complejo como confuso. Vivimos en dos mundos paralelos —el de la apertura y el de la no descartada nueva ola de la pandemia— y esta situación podía a continuar. Ese era el temor y la necesidad.
Finalmente, las autoridades decidieron que todo el personal de la UNAM segresara a sus actividades presenciales con ciertos protoculos necesiarios en esta inédita experiencia: uso del cobrebocas durante las clases o en lugares cerrados como sanitarios, biblioteca, laboratorios, oficinas. El uso del gel antibacterial ubicados a lo lagro de los pasillos de las distintos pasillos de la Univesidad y las recomendaciones de hacer uso de él, el saludo con los puños de las manos, en fin. Estas medidas provicaban, en algunos profesores, mayor desconfianza debido a que contradecían a las autoridades sanitarias.
Los proyectos a largo plazo se han modificado, también es cierto
Puedo decir, que a tres meses del regreso a clases, las cosas van reacomodándose. Hay una relación cordial con los compañeros, sin la efusividad que caracteriza al latino tan necitado al contacto, pero poco a poco la barrera va perdiendo la batalla.
La necesidad del ser humano de socializar, más allá de la importancia de la educación presencial y de las estrategias fallidas de las clases en línea, hizo que los profesores se inclinaran por un noramlizar cierto miedo y desconfianza.
Estamos viviendo otra forma de relacionarnos, desde luego. Los proyectos a largo plazo se han modificado, también es cierto. El hombre se ha huanizado o, al menos se ha hecho mas solidario, me parece que hasta ahora así oo veo. Quizá se uno de los aprendizajes de la pandemos.