Los votos vienen y van, y esperan hasta que no aguantan más tacticismo, presidenta. Un “tacticismo” que ni siquiera lo admite el diccionario de la RAE. Pero todos sabemos de qué van esas maniobras para conseguir los propios fines, caiga quien caiga.

¿Y por qué tanto tacticismo? ¿Miedo a que el refrán cambie de preposición? Quien se va DE Sevilla pierde su silla.

Se comprende que purgar a los partidarios de Sánchez llevará su tiempo, pero esa guerra no es la de los españoles, que solo quieren políticos que se ocupen de sus problemas con soluciones solventes. Entendiendo “solvente” como ‘alguien que resuelve, que tiene crédito’, en vez de como ‘disolvente’ para promover otra sustancia distinta sin más interés que el poder.

El hartazgo ciudadano es cada vez mayor, aquí y en USA. El riesgo para el PSOE radica en que sus antiguos votantes —que dejaron de serlo por culpa de Sánchez— pensaron que aquel esperpéntico comité federal, en el que usted se libró de él, bien podría ser el inicio del “cambio”.  Comprenda que esa esperanza supone un gran riesgo para usted, y que los millones de votos potenciales se impacientan al ver que el PSOE continúa a la deriva, mientras Susana Díaz sigue deshojando la margarita sin dejar de nadar y guardar la ropa, como diría mi abuela y tanta gente.

¿Falta de liderazgo fuera del cortijo andaluz? Eso parece, además de tacticismo supino. El resultado, presidenta, no puede ser otro que la ausencia de credibilidad, y sin eso, no hay votos. Por suerte, los que dicen la última palabra no son los grupos mediáticos —que sin duda tienen gran alcance—, sino los votantes.

Por consiguiente, "cuando las barbas de Hillary veas pelar, pon las tuyas a remojar".

Los más de 10 millones de votos que se llevó Felipe González en 1982, con el lema “Por el cambio”, fueron consecuencia de que los españoles confiaron en que González era solvente para cambiar algo. ¡Eso es liderazgo sin paliativos!

Sorpréndanos hoy en la entrevista que ha concedido a García Ferreras en Al rojo vivo

Los políticos pueden hacerse fuertes entre la militancia pero no son nada sin la “votancia”. Pablo Iglesias fundó Podemos sin militantes y le fue bien. Lo primero, presidenta, es un proyecto que convenza y gane adeptos. Y los mejores militantes, no lo dude, son los votos de los españoles. Esos que vienen y van según les parece a sus verdaderos propietarios, sus titulares con DNI en mano y una urna delante.

La falta de liderazgo en el PSOE bien podría obedecer a que nadie toma las riendas por miedo a perder lo que ya tiene. Pero de seguir así, hasta la Junta de Andalucía la perderán. El problema no son los militantes -que dicho sea de paso, no es un ente homogéneo-, sino las luchas intestinas del PSOE por hacerse con el control, sus federaciones provinciales puestas por Sánchez para mantenerse en la secretaría general. El tacticismo de siempre de la casta política, que se pega a una silla pública y la privatiza.

El problema del PSOE son los inexplicablemente considerados líderes autonómicos que gobiernan gracias a Podemos. Y en el conjunto de problemas hay que incluir también la sublevación del PSC, PSE y el resto de marcas segundas del PSOE que han perdido elecciones pero no quieren dimitir.

Desde esa perspectiva, se entiende que la Gestora y Susana Díaz necesiten al menos nueve meses para hacer la limpieza general antes del Congreso extraordinario. Pero… ¿no se da cuenta, presidenta, de que el centro-izquierda y centro-derecha que dejó de votar a Sánchez podría volver si realmente hubiera cambio? Cada vez se aleja más esa posibilidad, gracias a que en el PSOE solo existe el vacío que mantiene usted, presidenta, con su sí pero no me voy de Sevilla.

Sorpréndanos hoy en la entrevista que ha concedido a García Ferreras en Al rojo vivo.

¿Susana, qué vas a hacer? ¡Decídete pa’ ver si te quedas o te vas, y si no, no me busques más, como dice la canción: