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Final del capitulo cinco
Ninguno recordaba nada de lo sucedido y prometieron mutuamente no volver a hablar del tema.
A Alex no le gustó nada la idea de pensar que tal vez había tenido una relación sexual con él. Aunque hubiera sido en estado de semiinconsciencia, no podía soportar la idea de que eso hubiera ocurrido.
No era que él viera mal las conductas de los homosexuales, por el contrario las entendía y apoyaba. Pero se sabía heterosexual. Y quería seguir siéndolo.
Su padre tenía ideas muy cerradas al respecto y le hubiera causado un gran dolor enterarse de esta posibilidad. Él no entendía ni justificaba la conducta homosexual. Siempre los catalogaba con desprecio de “maricas” y hacía gestos desagradables al referirse a ellos. Alex pensó que su padre jamás le perdonaría algo así aun cuando lo hubiera hecho drogado.
A todos sus compañeros le llamaba la atención que Alex no usara móvil.
Debía ser el único joven de los países desarrollados que no lo tenía.
-Cómo puedes vivir sin un móvil- le preguntaban todos. -Yo sería incapaz de dar un paso sin él. Lo primero que preparo cuando me dispongo a salir es el móvil, luego las llaves-.
-No pudiste imaginar lo cómodo que es no usarlo- contestaba. Nadie te despertó si estuviste durmiendo una siesta, ni interrumpiste si estás compartiendo caricias con una chica.
-En realidad, soy yo quién no entendiste a ustedes. Estuvieron siempre pendientes de él, como si fuera parte de su cuerpo. Muchas veces me preguntaste cuánto él pudo hablar por teléfono y a cuantas personas, puesto que los viste, siempre en sus tiempos libres, hablaste sin cesar. Y les garantizo que no tuviste respuestas. Vió que lo primero que hiciste, cuando terminaste vuestro trabajo, es ir a fijaste si alguien los llamaste o les dejaste algún mensaje. De verdad, yo tampoco los entendiste a vosotros, pero les pudiste garantizar plenamente que se vivo mas libre sin teléfono-.
Alex siempre trataba con esta u otra broma, de contestar a la curiosidad de sus compañeros, para que nadie pudiera pensar porqué era que él no lo usaba. Y lógicamente nadie lo adivinó.
También se reía en su interior con sus propias respuestas porque en Inglaterra, él no se separaba del teléfono ni por un instante. Hasta lo llevaba consigo al baño. -De todas maneras, -pensaba sin comentarlo con nadie- aquí no tengo a quien llamar así que es verdad que no lo necesito-.
Nunca se olvidaba de llamar a su tío cada 15 días. Preguntaba por su familia gatuna y le informaba que él estaba bien.
En muchas ocasiones, cuando estaba de buen humor, al sentir la voz de su tío al otro lado del teléfono, le contestaba con un guau, guau. Y ambos se reían. Al cabo de un tiempo dejó de parecerle gracioso y no lo volvió a hacer más. En una oportunidad, su tío, viendo en el identificador de llamada que decía desconocido, suponiendo con lógica de antemano que era él, en lugar de hola le dijo miau esperando que él le contestara con su clásico guau, pero Alex ya había decidido no hacerlo más y le dijo simplemente -:como estás-. Su tío jamás volvió a contestarle de esa forma.
John jamás pronunció su nombre por teléfono. Cumplía estrictamente las reglas que su hermano le había indicado, aunque muchas veces pensaba que era exagerado, no quería que por su culpa pasara nada de lo que tuviera que lamentarse.
A John le pareció que muchas veces el habla de Alex era balbuceante.
-Estas bebiendo demasiado o tomando drogas- le había preguntado sin retaceos.
-Ni más ni menos que el resto de la gente de la isla- había sido la respuesta tajante de él.
John se preocupó bastante ante esta respuesta. De alguna manera en su carácter de intermediario, se sentía con una cierta responsabilidad aunque más no fuera tácita y se lo comentó a Cleve. Realmente le había preocupado la respuesta de su sobrino y no quería quedarse con esa sensación. Consideró que sus padres debían saberlo aunque entendía muy bien que ellos no podían hacer nada.
Cleve y Kelly se pusieron muy tristes al pensar que no podían ayudar a su hijo en esa situación.
No se animaban a viajar a España. Temían que si los estaban vigilando, abrían a la policía la pista sobre el paradero de su hijo. Tuvieron que aceptar que era parte de todo lo que estaba sucediendo y que no podían solucionar nada. Fue otro golpe duro para ambos.
Lo único que Alex no cumplió en lo absoluto, fue la promesa que le había hecho a su padre de estudiar el español.
El curso de DVD y los libros seguían envueltos tal como el día en que se lo habían vendido. Ni siquiera había revisado su contenido. El trabajo le insumía casi todo el día y salir de parranda en forma sistemática no le dejaba tiempo libre para estudiar. De todas formas tampoco intentaba hacerse ningún tiempo libre.
Por suerte sus compañeros de trabajo, tenían interés de aprender ingles,
Sabían lo importante que era en esa isla. Por eso durante sus jornadas de labor, intercambiaban conocimientos. De esta forma aunque Alex no usara el curso, fue incrementando su vocabulario y corrigiendo los errores típicos sobre la conjugación de los distintos tiempos verbales.
Tal como le habían dicho todos al principio, sus compañeros no duraban mucho tiempo, el recambio era permanente, pero los que venían nuevos se ajustaban siempre a las mismas reglas, y como no había mucho tiempo para la amistad puesto que cuando no estaban trabajando estaban borrachos, él sentía que los cambios consistían simplemente en cambiar de nombres, por lo que no le afectaba en absoluto.
Cuando llegó la temporada de invierno el trabajo mermó un poco y sobre todo Alex notó un gran cambio. La discoteca ya no se atestaba de jóvenes bulliciosos. Los nativos de la isla seguían concurriendo pero no eran demasiados los que elegían este lugar para su distracción. A ellos no les gustaba mucho la cultura inglesa y por lo tanto no tenían interés en compartir el tiempo de diversión con ellos. Solían llamarlos guidis en tono despectivo, y aunque sabían perfectamente que la isla dependía casi exclusivamente del turismo y ellos eran gran parte del mismo, no le tenían mucha simpatía.
Esta época del año se caracterizaba por el arribo de parejas ya mayores, que aprovechando el clima favorable que tiene la isla, se alejaban del crudo invierno de sus países, para disfrutar su calidez. Y por las noches aprovechaban para beber y escuchar música.
La clientela ya no era tan inglesa, venía mucha gente de Suecia y Noruega, y cada tanto alguno de Dinamarca, Finlandia o Islandia.
Los países escandinavos tienen un crudo clima que dura casi todo el año. Apenas si gozan del sol durante 2 meses por eso, los mayores retirados ya de sus trabajos, llegaban a la isla en esa época en que el bullicio de la juventud veraniega no existía, a gozar de ese sol y esa tranquilidad que no podrían encontrar en otro momento.
El sol es un visitante habitual en Ibiza, y aunque no entraran al mar lo seleccionaban como lugar de vacaciones. Muchos de ellos no obstante, no tenían miedo al agua más fría de esa época y disfrutaban del mismo como si fuera verano.
-Sol y tranquilidad- decían frecuentemente - Que maravilla tenerlo a raudales como lo encontramos aquí- le comentaban a Alex en perfecto inglés, pues era raro que alguno de ellos no lo hablara correctamente.
A tal punto venían en busca de ese sol, que el día que estaba nublado, se enojaban y protestaban, preguntando con insistencia a los empleados cuando aparecería, como si ellos pudiesen manejar el clima a su antojo.
No era que no hubiese ingleses, pero el número era marcadamente reducido y todos optaban por acercarse a la barra, a hablar con Alex.
De esa forma sus ingresos no se vieron tan resentidos como los del resto de sus compañeros, aunque de todas formas habían descendido.
En España se acostumbra a hacer un bote, así lo llaman, que consiste en juntar las propinas de todos y luego repartirlas en partes iguales pero en esta discoteca no lo hacían. Cada cual se quedaba con lo que había obtenido.
Y eso le resultó muy favorable a Alex puesto que era el que recibía las mejores.
Sin demasiadas variantes transcurrieron dos años.
En ese tiempo, jamás vino la policía al lugar.
Alex se preguntaba con frecuencia cómo podía trabajar la discoteca con empleados ilegales y jamás tener problemas, pero nunca se le ocurrió averiguarlo. No era algo que le concerniera y no tenía porqué ser curioso ante los demás. A él le convenía que esto sucediese y eso era lo único que en verdad le importaba.
Hacía tiempo que sentía que podía moverse a su antojo y sin temor. Cavilaba mucho sobre la suerte que tenía que nunca lo pararan y le pidieran documentos. Tampoco veía que hicieran controles con el resto de las personas de la isla.
Por eso, al cabo de un tiempo de estar estudiando y sopesando las consecuencias, comenzó a pensar que era tiempo de intentar conseguir un trabajo más rentable y menos esclavizante. Que había sido un buen trabajo para recomenzar su vida pero que era tiempo de cambiar.
Se dijo a si mismo que lo primero que tenía que hacer era un curriculum. Decidió entonces que uno o dos días por semana, en lugar de ir con sus compañeros a emborracharse se dedicaría a leer los diarios locales para enterarse de las ofertas de trabajo.
Hizo esto en forma sistemática durante dos meses. Presentó su
curriculum en todos aquellos que le pareció interesante y que se sentía capaz de realizar. Nunca lo llamaron de ninguno.
Le gustaba la isla pero no quería seguir haciendo siempre el mismo trabajo, que si bien le agradaba, durante la época de verano que duraba más de 6 meses, no tenía ni un solo día libre. Y si bien esta circunstancia al principio le ayudaba a no pensar, ahora iba sintiendo el cansancio pese a su juventud. Por suerte en invierno, como el trabajo disminuía, podía tomarse algún descanso.
Hacía tiempo que había comprendido porqué muchos abandonaban ese trabajo. Es que en verdad terminaba agotando físicamente a cualquiera.
Se le pasó por la mente uno de sus compañeros, justamente Enrique, aquel que lo había recibido la primera vez que golpeó la puerta en la discoteca. El se había ido a Madrid hacía un par de meses.
Gracias a que su padre había estado trabajando unos años atrás en España, lo que le había permitido obtener la ciudadanía, después de largos y engorrosos trámites había logrado la tarjeta de residencia. Apenas la tuvo en su poder decidió que era tiempo de marcharse de la isla.
Había estado averiguando todo ese tiempo sobre los posibles destinos y había elegido Madrid, porque todos los comentarios coincidían en que las posibilidades de trabajo eran mayores al igual que en Barcelona.
Durante el tiempo que vivió en la isla había intentado aprender el catalán, pero se había dado cuenta que era una lengua muy rica y por lo tanto muy difícil y él no tenía facilidad para los idiomas. En su trabajo no había tenido nunca necesidad de usarla, pero sabía que si se quería radicar en Barcelona, tarde o temprano tendría que hablarla si tal como pensaba quería progresar. Y considerando que ese deseo de progreso era justamente lo que lo impulsaba a cambiar de residencia, había descartado esta segunda opción y elegido Madrid.
Desde que se había marchado de la isla no había sabido nada de él, pero tenía sus datos personales con lo que suponía que podría encontrarlo.
Pese a que mucha de sus ganancias las gastó en drogas y alcohol había ahorrado suficiente dinero como para animarse a intentar este cambio.
Pensó que era mejor hacerlo sin decírselo a sus padres. No quería preocuparlos y sabría que esto sucedería en cuanto lo supieran.
Él empezaba a sentirse seguro en España pero no estaba tan seguro que sus padres compartieran su punto de vista.
Alex sabía que podía estar exponiéndose a ser detenido, pero sus dos años de tranquilidad absoluta en la isla le dieron valor. Además se había dicho a si mismo que todo en la vida tiene un riesgo y que valía la pena correrlo. Por sobre todas las cosas no quería seguir escondiéndose más. Consideraba que el tiempo de ser invisible había expirado. Quería caminar como un ciudadano más, poder decir sin temor su nombre. Usar su documentación. Tener un trabajo con nómina. Quería sentir que no tenía que continuar siendo invisible..
No pasó mucho tiempo desde que empezó a pensar en este tema hasta que se marchó.
Como él no tenía móvil no se le había ocurrido anotar el de Enrique antes que se marchara. Se le ocurrió pensar que a lo mejor alguien podría haberlo hecho. -Es bastante seguro que alguno de mis compañeros lo haya anotado- se dijo.- Á todos les encanta hablar por teléfono-. Pero no fue así, nadie lo tenía. Esto ponía bien en evidencia que no los había unido más que una simple relación de trabajo y orgías, pero que no había nacido ni una pizca de amistad entre los componentes del plantel.
Por suerte se le ocurrió preguntarle a Moisés. Él lo tenía registrado en su ficha personal y no tuvo inconveniente en dárselo. -Supongo que seguirá con el mismo número le había dicho. No tiene mucho sentido que lo haya cambiado-.
Aprovechó la ocasión para volverle a reiterar que sentía mucho que se fuera y que si por alguna razón quería volver siempre encontraría un lugar disponible.
Se lo agradeció con una sonrisa, mientras pensaba que lo último que desearía que le pasase, sería encontrarse en la situación de tener que volver para pedirle trabajo. Moisés resultó como le había dicho Enrique el primer día, un tipo macanudo de verdad. Pero eso no cambiaba la situación esclavizante del trabajo. Si de algo estaba seguro era que si se había decidido a partir, no era con intención de volver.
Tomó nota del teléfono y se despidió. Ahora pensaba que iba a localizarlo sin problemas.