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Era un hombre de una gran voluntad y muy ingenioso a la hora de responder a un pregunta. Y además era bastante franco
Jacobo Robusti era un hombre pequeño, su barba era despeinada y tenia las cejas muy espesas. Era un hombre de una gran voluntad y muy ingenioso a la hora de responder a un pregunta. Y además era bastante franco. Un día un amigo suyo le dijo que tenía demasiada vida para tan pequeño tamaño.
Jacobo nació en Venecia, en 1518, y era el hijo de un tintorero o tintore. Cuenta una leyenda que cuando Jacobo era un niño, comenzó una tarde a meter los dedos en los frascos de colores utilizados por su padre y a pintar las paredes del taller, entonces los vecinos lo llamaron il Tintoretto, el tintorerito, y así el apodo quedo con el. Su padre reconoció en el algún talento y lo inscribió como aprendiz del mejor pintor de Venecia, el Ticiano. Después de algunos días, su maestro, mundialmente famoso, vio en las pinceladas de su joven aprendiz los trazos de un genio, y se dice, que en un arrebato de celos lo echó para que no volviera nunca mas.
Cuando cumplió los 21 años Jacobo se había convertido en pintor por su propia cuenta, y mostraba sus obras en la mas importante calle, en donde estaban las tiendas y donde captaba los trabajos artísticos que se le pudieran encargar, ese lugar era la Merceria.
Jacobo era un estudioso que no descansaba, hacia miles de bosquejos de cabezas y figuras humanas, que lograba copiar de la vida normal o de los moldes de yeso que lograba encontrar en la calle de los artistas. Y para progresar en su maestría también fabricaba pequeñas figuritas humanas de cera, las que vestía con pedazos de telas de colores y las distribuía adentro de una pequeña casa que había hecho para este propósito. Luego cerraba las cortinas para oscurecer el cuarto e iluminaba las figuras con una vela, que colocaba dentro de una caja a la que le había abierto un pequeño orificio. De esa forma descubría cual era la mejor manera de distribuir las figuras, las luces y las sombras para que las pinturas quedasen con vida.
Al cumplir los 30 años sorprendió con sus talentos, y mostró una de las creaciones pictóricas más geniales que haya podido salir del pincel de este artista. Compuso un óleo de grandes dimensiones, aproximadamente de unos cuatro metros por cinco, en donde estaba representada la leyenda que decía que San Marcos, el patrono de Venecia, bajaba del cielo para salvar de los tormentos a un esclavo. Esta pintura se convirtió en una obra polémica, ya que se gano la admiración de algunos y las recriminaciones de otros. Pero lo importante era que el Tintoretto había conquistado el triunfo.
Jacobo pinto la mayoría de sus enormes cuadros de contenido religioso, sin cobrar por ellos, excepto los materiales. Pero los trabajos comerciales que aceptaba eran otro cuento. Los retratos que hacia eran muy requeridos, y lo que pedía por ellos era bastante alto para su tiempo, 20 ducados. Cierta vez un adinerado y noble alemán se olvido de pagarle su dinero, y cuando el Tintoretto lo encontró en la calle le pregunto sin reparos, ¿Cómo de le dice al dinero en su idioma?
Jacobo pinto la mayoría de sus enormes cuadros de contenido religioso, sin cobrar por ellos, excepto los materiales
Varias de sus pinturas fueron realizadas por hacerlas, para terminarlas rápidamente, pero existen otras que son extraordinarios estudios de la sicología humana, y los habitantes de Venecia que captaban la dispar calidad de sus obras comentaban que el Tintoretto poseía tres pinceles, uno era de oro, el otro de plata y el ultimo de hierro.
El Tintoretto estaba casado con Faustina de Vescovi, hija de un rico y distinguido ciudadano, y durante toda su feliz unión, no dejaba de acordarse, con muy buen humor, su origen modesto. Fueron padres de ocho hijos. La rubia Marietta, llamada la Tintoreta, logro llegar a ser una talentosa retratista, y tres varones fueron pintores.
El Tintoretto sentía admiración por Miguel Ángel, el cual en esa época estaba trabajando en Roma, para el papa. Tenía algunos dibujos sacados de sus pinturas y pidió unas copias de las esculturas más famosas. Dice una leyenda que el Tintoretto habría colgado en su puerta un letrero que decía que aquí estaban el dibujo de Miguel Ángel y la pintura del Ticiano, letrero que de existir, habría sido bastante desafiante.
La Scuola di San Rocco, institución próspera, tomo la decisión de decorar sus paredes. Jacobo, deseoso por crear, y consciente de la gran oportunidad que tenía a la mano, comenzó a trabajar con la fuerza que acostumbraba para ganarse el encargo. Lo consiguió al acabar una pintura, antes que todos los demás, una pintura bellísima que mostraba a San Rocco siendo recibido en el paraíso.
Durante los 23 años siguientes, el Tintoretto estuvo dedicado, salvo ciertas interrupciones, a terminar con su labor en San Rocco. Pinto más de 50 telas de grandes proporciones, y de esa manera logro convertir el modesto edificio en uno de los mejores museos de arte del mundo. Luego se le pidió que fuera parte de la Scuola y llego a ser un miembro de su junta directiva. Renuncio a los pagos por su trabajo a cambio de una pensión de por vida, de 100 ducados al año, y cuando estaba ya viejo solía decir, por bromear, que estaría encantado de vivir otros cien ducados.
Cuando cumplió los 70 años, el Palacio Ducal le encargo una visión del paraíso. Esa tela, esta considerada, hasta hoy, como una de las mayores creaciones del arte italiano. Se cree que es la pintura más grande que existe. Tiene 9.14 metros de alto por 22.55 metros de ancho. Esta compuesta por más de mil figuras de ángeles que flotan en unas nubes nacaradas. Jacobo tuvo que pintarla por partes separadas, las que luego cosió unas a otras para finalmente darles los últimos toques cuando ya esta puesto en su lugar.
Cuando cumplió los 21 años Jacobo se había convertido en pintor por su propia cuenta, y mostraba sus obras en la mas importante calle
El Tintoretto falleció en mayo de 1594 producto de una fiebre, y con el, la edad de oro de la pintura veneciana.