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Uniformidad.

Gracias a la maravillosa sociedad del bienestar instaurada en occidente y sobre todo a la perfección de la moda fabricada en serie, cualquiera de nosotros humildes golfos podría llegar a la conclusión de que todas las mujeres se visten igual, cuestión que desconozco el atractivo que poseé pero que sin duda se debe de tratar de algún concepto de modestia, extendido desde Miami hasta Moscú y que parece animar a las damas a parecerse unas a otras, a pesar de cada vez gastan mas dinero en cosméticos, moda, peluqueros y cirujanos. Mis queridas damas, si realmente os gusta vestir igual a las demás, el futuro es para vosotras y quizás llegue el momento en que la individualidad se considere un crimen. Mientras tanto, siempre os podeis alistar en el ejercito.

No nos vestimos como lo que somos, sino como lo que nos gustaría ser.

Salamanca es una ciudad con sus propios códigos estéticos, el campus Miguel de Unamuno y sus estudiantes tiene uno, el parque empresarial otro, incluso los barrios de periferia o el Alfoz tienen el suyo. Si hay un lugar donde estos códigos chocan y se mezclan es la Plaza Mayor, desde la corrala de los escudos con sus ancianos hablando de toros y ganados con su imagen de campo y ganado, los perroflautas haciendo el número, la despedida de soltero/a de turno, ejecutivos de la administración o de empresas privadas con traje y corbata, estudiantes de intercambio sentados en medio con su tablets. Lo que realmente es difícil de ver, es a la prima de Carmen Lomana paseando por la Plaza.

Estaba tomando café en La Real ( creo que ya he dicho que tomar café en las terrazas de la Plaza es una de las cosas que hay que hacer antes de morir) cuando distinguí entre los paseantes una silueta familiar. Lo cierto es que a cierta distancia mi vista es mala, sin embargo me era muy familiar ¿pero de que?

Era Raúl, el exmarido de Lola, había resultado irreconocible, estaba fino, parecía mas joven, el pelo bien cortado, llevaba una camisa blanca impecable ‘slim Fit’ y unos vaqueros de Morata con un cinturón marcando hebilla…¡¡coño parecía su propio hijo!! No iba vestido, iba arreglado, lo cierto es que no lo había vuelto a ver.

Cruzaba caminando junto a otro hombre, mas joven, con el mismo corte de pelo y pantalones similares, este lucia una camiseta negra que marcaba perfectamente las horas de gimnasio y al carecer de gafas de sol, mostraba unas cejas perfectamente depiladas.

Al llegar a la altura de la Real, Raúl se desvió de la senda y se acerco a saludar, me dio la mano sin dejar que me incorporara y dijo:

- ¿Cómo estas, Maestro?

- Al sol, como los lagartos ¿ y tú? ¿Cómo te trata la vida? – formula cortes, obviamente –

- Bien, algún día te daré las gracias como debe de ser.

- A tu disposición!

Mientras se alejaba de nuevo, su acompañante esperaba prudentemente en la distancia, al llegar a su altura, este le paso la mano por el cuello un instante, un gesto mínimo, rápido, sin reacción por la otra parte.

Quede pensando que quiso decir…¿ gracias? ¿por librarte de tu ex? ¿por darte el teléfono de mi abogado? ¿ por sacarte del armario? ¿por joderte la vida? ¿ o por arreglártela?