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Por encima de todo en Mestalla se vieron ecos de la historia, historia que un día fue y que algún día volverá a ser, la épica de un pasado se trasladó al presente, el León de la catedral volvió a rugir.
No pudo ser, la copa no viajó a Bilbao, se perdió la batalla de los reyes de copas, pero no vengo a hablar del partido, donde los pobres leones fueron arrollados por el rodillo blaugrana, sino de una de las mejores aficiones que jamás han existido, la de los discípulos de la catedral, de la catedral del fútbol.
Se paró desde la mañana Bilbao, gente disfrutando, coches que no paraban de dar bocinazos mientras sonaba el himno a todo volumen, mucha gente salió a trabajar con la camiseta de calle del Athletic, también estaban los que iban con la txapela y la camiseta a rallas, la ciudad -y la provincia - eran una fiesta, desde Getxo hasta Markina, se pusieron pantallas gigantes para ver el partido, y la gente respondió acudiendo en masa a la llamada. También Valencia era una fiesta rojiblanca. Se palpaba algo diferente, al respirar, este equipo tiene una historia detrás, y aunque muchos aficionados no la han vivido - esta era la primera final - el aire de los viejos tiempos sigue marcando la leyenda de este club. Se sabe que fueron grandes, mucho, hubo un tiempo en el que simplemente fueron los mejores, y con gente de la tierra, hay cierta magia en eso, un hechizo, y ayer había un sueño, traernos 25 años después lo que antes nos traíamos a diario, la Copa.
Hay en esta afición un olor especial, se siente en el aire, se vive de una manera diferente. Un sentimiento de quién sabe que es parte de una historia.
Desde un principio se sabía que era una misión imposible, este Barça es el mejor club del planeta, pero hay una garra que hace que no desistas, que sigas soñando, empezaron de tú a tú, de hecho al principio hubo batalla, cuando Toquero marcó el gol que adelantaba a los rojiblancos, que nos hacía viajar en un sueño que duró hasta que Touré nos sacaba del partido con un zarpazo de atleta, atletas contra aldeanos, galácticos contra gente de la tierra, ellos ganaron la batalla, pero no ganaron la guerra, nosotros dominábamos el aire, 4-1 y en Mestalla se oía el rugido de los leones de verdad, los de las gradas, clamaban heridos zarpa y bufanda en alto "aletik!, aletik!, aletik!", incluso había quien lloraba y rugía a la vez, pero los rugidos silenciaban a las lágrimas, a los aficionados del Barcelona apenas se les oía celebrarlo porque había un rugido de León que dominaba todos los demás sonidos de la sabana Valenciana.
Ya vendrán tiempos mejores, volverán a escribirse sueños, y volverá a rugir el León, porque salgan generaciones buenas o malas, nos enfrentemos a Galácticos o magos, siempre habrá gente dispuesta a romper el hechizo y construir un nuevo sueño, hablo de los discípulos de la catedral, los hijos del León, los gladiadores que nunca faltan en la grada, la afición del Athletic.
Había quién rugía y lloraba a la vez, con la zarpa en alto y una mirada desafiante. En las gradas el león silenció a los Blaugranas.
¡¡¡Volveremos!!!