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Esta violencia duele, porque ya no aparece al azar, ya nos abraza el cuerpo
LA VIOLENCIA CAUSTICA QUE NOS QUEMA
En este país de cientos de habitantes, a veces el desespero parece querer abrasarnos. El desespero de una violencia que se cuela por la ventana de las casas, incluso que se aconseja cuando no hay más que decir frente a una realidad absurda, que se pone en la cima del deseo mismo y de la vida misma.
La violencia se ha impregnado en la piel, vive en el cuerpo cual bacilo patógeno que destruye el alma y hala tan fuerte, que pareciera imposible no encauzar la propia vida por el camino que ella impone.
Y la violencia se impregna.. ¡en la piel!
Y el humano tan humano, simplemente termina convirtiéndose en un insípido siervo asolado, que ya no vibra con lo puramente bueno sino que erra con lo vasto de la maldad… Y ese siervo fiel a “lo malo”, se deja cazar una y otra vez, cual ciervo que coge el cebo puesto sobre la hierba y aunque gime, el vil cazador no hace más que segar sus patas.
Esta violencia duele, porque ya no aparece al azar. Ya nos abraza el cuerpo, se amasa sobre el poyo, se cocina en la olla a presión, se acompaña al comerla con zumo de fruta amarga, y se discute en las calles, buscando castigarla sin lograrlo, pues ella, la violencia, se ha enseñoreado, se ha gravado en los espacios más privados de la humanidad; y lo primero y más elevado se ha botado a la hoya, sólo que aún no es cadáver...
Esta violencia duele, porque ya no aparece al azar, ya nos abraza el cuerpo
Autora: Loren Callejas Franco