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Si hay un líder indiscutible para el pueblo ruso y para buena parte del planeta, ese es Vladimir Putin, que va camino de convertirse en el árbitro de las disputas internacionales y el dirigente ruso con mayor permanencia en el poder después de Bréznev
Sería largo y prolijo enumerar sus polémicas pero importantes intervenciones en el terreno de la política internacional, una de las más importantes y transcendentes fue su decisión de “retirar” a Rusia de las conversaciones con la OTAN y acto seguido asumir la invasión de Crimea, dentro del conflicto ucraniano.
Al renunciar a la OTAN desmarcándose de la política seguidista de la Unión Europea, siempre dispuesta a complacer a los Estados Unidos concediéndole el papel de gendarme del planeta, Putin zarandeó buena parte de la geopolítica y llevó de nuevo a Rusia al lugar que le corresponde, equidistante de Occidente y Oriente, tal como corresponde a un país que se extiende a lo largo de los dos continentes.
Vladimir Putin, se ha convertido en el heredero de la esencia rusa, representada en su momento por la URSS, hoy alejada de la memoria de las nuevas generaciones.
Su papel de mediador en la crisis nuclear de Irán y la resolución del conflicto de forma que resultara aceptable por todas las partes le han valido para llevar adelante otras iniciativas en Oriente Medio.
Su decisión de implicar al ejército ruso en el conflicto sirio ha sido otra de sus grandes decisiones a la hora de marcar la gran diferencia entre la ambigua política Norteamericana y sus aliados y la contundencia de las acciones militares rusas, que han diezmado a las milicias yihadistas en Siria.
La demostración de la eficacia y la potencia de fuego real en el campo de batalla, así como el despliegue tecnológico militar de los rusos ha sorprendido al Tío Sam y sus aliados, poniendo en guardia a Israel y frenando las ansias de Tayyip Erdogán en su empeño por convertir a Turquía en una potencia de primer orden en la zona, viéndose obligada a negociar de forma permanente con Rusia.
Los rusos ven en Vladimir Putin a un Zar de nuevo cuño
Putin ha optado por mantener un segundo plano en los BRICS, cediendo el protagonismo a China, en una inteligente estrategia que le beneficia a la hora de jugar el papel de malo de la película, mientras su socio chino reparte los panes de la cesta a sus aliados.
Putin sabe mantener cierta distancia con algunos de sus aliados más incómodos e impopulares a sabiendas de que le son necesarios para resolver conflictos en los que no quiere verse implicado.
Uno de esos personajes es el líder checheno Ramzán Kadýrov, al que se acusa de estar detrás de la muerte de Boris Nemtsov, líder opositor moscovita que resultaba incómodo a Putin y que fue asesinado en plena calle, amén de las muertes de otros opositores y periodistas críticos con su política.
Otra de las “virtudes” de Putin es su marcado nacionalismo y sus constantes guiños a la iglesia ortodoxa rusa, lo cual carga las tintas de su política populista y demagógica de cara a la galería.
Algunos de sus críticos coinciden en señalar que Vladimir Putin encarna un nuevo concepto de Zar para los rusos, que alimenta su chovinismo y el sentido de grandeza de la Rusia Imperial, a pesar de que esa imagen se la han ido construyendo sus detractores, otros líderes occidentales y los medios de comunicación, más que él mismo, que muchas veces se sirve es esa “leyenda” construida en torno a su persona.
En todo caso, Putin es amado y odiado a partes iguales por los rusos y por el resto del planeta.
@ordosgonzalo
gonzalo alvarez-lago garcia-teixeiro