Autor: Miguel Martín

Nada se ilustra mejor en la vida que cuando se tira de la propia experiencia para razonar y explicar lo que es justo y lo que no. Willy Toledo, un titiritero español de inteligencia escasa y mentalidad atascada, cortito en todo y memo por meritos propios, acaba de darnos lecciones a todos sobre lo malo que es estar en Afganistán combatiendo a los taliban "asesinando a miles de civiles cada día" (sic) declaraciones o mejor dicho, cuescos vocálicos expelidos ante cámaras de tv, por eso que tiene en la cara que en personas más inteligentes se llama boca, pero en el caso que nos ocupa se confunde con esa otra parte de la anatomía que dejo a la perspicacia de mis lectores.

Y uno que tiene un hijo en esas latitudes y sabe mejor que el cretino de Toledo de qué va la cosa, se queda petrificado cuando comprueba el eco que han tenido las ventosidades bucales de este sujeto, cuyo único merito consiste en presumir de follar todo lo que esta debajo de unas faldas y poca cosa más, en su inútil e improductiva existencia, más próxima al mundo de los simios que al de los humanos por mucho que hagamos el esfuerzo en buscar nexos entre ambos para justificar la pertenencia de esta alimaña humanoide a nuestro inteligente mundo.

Tal vez Zapatero debió enviarle una temporadita a Afganistán, que cierre la bocaza para el resto de su puta vida. Este inútil cantamañanas, se cree en estado de gracia y en un nirvana ideológico superior al arremeter contra quienes se juegan el tipo en esa zona del planeta para que pueda en su deriva irracional concluir con las estupideces de sus declaraciones. Toledo está a un paso de entrar en el animalario por derecho propio y ocupar un espacio dedicado a la bestia desconocida, porque todavía queda sitio para vestigios de vida ocultos para el resto de los mortales y que permanecen desplazados por el escaso interés que concita su existencia para los zoólogos dada su inutilidad y dudosa trascendencia para el equilibrio del mundo animal. La verdad es que Toledo de no haber existido tampoco le habríamos echado de menos. Si tan solo fuera por sus manifestaciones, la ultima en particular, podríamos deducir que se trata de un homínido escapado de libros de texto dedicados a la especulación sobre el eslabón perdido. El cine se ha encargado de promocionarle para su propio provecho aunque la academia de actores nada tiene que aprovechar de este sujeto, ni tampoco la historia.

Terminemos porque no merece una sola línea más. Propongo que por la dudosa capacidad que posee esta bazofia para empuñar siquiera un botijo que mitigue la sed de uno solo de nuestros soldados en Afganistán, se abra una cuestación nacional para comprarle el consumo de bellotas cotidiano durante el resto de sus inútiles días, a ver si se entera de que no todo es abrir la bocaza y expeler sus zafias y malolientes opiniones sobre asuntos que ni entiende ni pose la entidad cerebral necesaria para abordarlos. Cuando haya consumido un millón de toneladas del fruto del alcornoque, especie en la que encaja de forma inexcusable Toledo, tal vez nos pensemos a atenderle. Si no emite gruñidos, que todo es posible en este extraño ser.

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