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Zapatero, un ajedrecista minimalista

11/08/2010 10:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Trasladando la actual confrontación que mantienen PSOE y PP a un escenario más pacífico, pensemos en una partida de ajedrez y veamos cuáles son las consecuencias internas del despliegue de piezas socialista

Como en cualquier batalla, en política, la clave para vencer suele ser contar con fuerzas superiores en calidad y/o cantidad, y conservarlas hasta el final. Sin embargo, la actualidad de los dos partidos mayoritarios en España muestra que siguen una estrategia diferente a esta premisa. Desde los extremos del tablero los ajedrecistas prefieren jugar con las piezas menores y desechar las poderosas, más complejas en movimiento y difíciles de controlar.

El caso del Gobierno de Zapatero es tan evidente que es difícil evitar señalar personalmente a José Luís Rodríguez Zapatero como responsable de la elección de esta estrategia. El patrón que ha seguido Zapatero en la formación de su Gabinete de Gobierno es el siguiente: primero eliminar del tablero las torres, luego los alfiles y finalmente los caballos, dejando la fila de peones como única línea de batalla y, junto al rey... la reina. Este despliegue obliga a la reina, única figura en juego capaz de movimiento y potencial importante, a acudir en ayuda del rey y los peones cada vez que se encuentren en aprietos. La traducción política es que un ejecutivo de perfil bajo con poca o ninguna autonomía en la gestión de las carteras ministeriales, exige que el jefe de gobierno o la figura más importante sobre el tablero, tenga capacidad y agilidad sobresaliente para ejercer de titiritero a tiempo completo. En el caso del actual Gobierno, Zapatero deposita toda su confianza en Alfredo Pérez Rubalcaba, especialista de todo y "apagafuegos" de vocación.

Esta disposición ha dejado en evidencia a Zapatero en numerosas ocasiones. Y parece que Madrid es la plaza donde se evidencian todas las carencias del "sistema Zapatero". Tal vez porque es en Madrid donde tiene que enfrentar sus peones a la reina del bando opuesto. En las Elecciones Autonómicas de 2007, la tarea del ejecutivo de Zapatero descendió hasta niveles de responsabilidad vergonzosos: encontrar un candidato para Madrid cuyo único objetivo era presentarse, ni tan siquiera debía plantar cara al PP sólo estar ahí. Sin embargo, enfrentarse a una Esperanza Aguirre y a un Alberto Ruiz-Gallardón en ascenso provocó que los socialistas rompieran filas, echaran los pestillos de sus despachos y apagaran el móvil. Nadie quería la candidatura para Madrid, nadie quería el suicidio político que conllevaría la previsible victoria de los populares en Madrid. En aquellos momentos se hacían evidentes las carencias del sistema minimalista de Zapatero, se echaban en falta figuras con prestigio, peso y potencial. José Bono, una de las torres retiradas de la partida, fue propuesto públicamente para que la presión del electorado forzara su vuelta a la primera línea de actividad, pero su negativa, también pública, no hizo más que debilitar un poco más la imagen de Zapatero como líder socialista y revelar la falta de cohesión dentro del bando socialista. Finalmente fue Miguel Sebastián, dedicado al mundo académico y fuera de ambiente frente al micrófono el que se prestó a ser zarandeado por Aguirre y Gallardón, que acabaron con una nueva mayoría absoluta sin oposición durante la campaña electoral. La lectura de este acontecimiento fue doble: por un lado que los peones no eran tan eficaces en el juego de la confianza y que enfrentar un peón a una reina es, cuanto menos, temerario.

Hacía falta reorganizar el tablero socialista, y Zapatero se puso manos a la obra. El objetivo era robustecer sus filas y evitar que se repitiera un episodio similar. La maniobra fue doble: primero dotar de peso y convicción ideológica a la imagen del Gobierno, para lo que se rescató a torres y alfiles; segundo, se sustituyeron peones de rango medio por "fieles" de primera línea. Los resultados del rescate de torres y alfiles volvió a teñirse de fracaso: mal colocados y ha disgusto con la gestión del rey, estos refuerzos, cuya única función era el rescate de un electorado que reclamaba mayor grado de compromiso ideológico, se desmarcaron de la figura de Zapatero mostrando poco o ningún énfasis en sus actuaciones públicas. Con la segunda maniobra, que en esencia fue la creación de una guardia pretoriana siempre y únicamente dispuesta a las órdenes del emperador, el daño fue mayor. Desde este momento el aparato del partido quedó al servicio de la visión del jefe del ejecutivo, para engrosar las filas de pretorianos y tapar focos críticos.

Parece que Madrid es la plaza donde se evidencian todas las carencias del “sistema Zapatero”

Hoy, tres años más tarde, la historia se repite y Madrid vuelve a convertirse en un circo romano. Esta vez es un enfrentamiento directo entre la Ejecutiva Regional y la Federal. Tomás Gómez, un peón situado al frente de la secretaría general del PSM por el mismo Zapatero tras la renuncia de Sebastián en 2007, se planta oponiéndose al deseo del presidente de que se aparte y deje su puesto como candidato al Ayuntamiento de Madrid a un pretoriano: Trinidad Jiménez. Mientras cada facción fortalece discretamente su plaza, los mensajes cifrados se suceden y las reuniones secretas van socavando la imagen de un liderazgo que, desde hace tiempo, se pone en tela de juicio una vez traspasada la primera línea de pretorianos.

Pero el aspecto más irritante de este suceso es el barniz libertario y de libre albedrío del que se quieren cubrir los acontecimientos. Después de que Zapatero fracase en su intento de convencer a Gómez para que renuncie y ceda "libremente" su puesto, la única vía de resolución posible es el proceso de elecciones primarias. Rápidamente la maquinaria de propaganda se pone en funcionamiento y se proclama que las primarias son "una fiesta de la democracia", que dar voz a la militancia es el máximo exponente de la libertad dentro de un partido, etc. Señores... creer en la neutralidad y limpieza del aparato interno de un partido político es un acto de fe que muy pocos están preparados para aceptar. Máxime cuando se opta por la llamada fiesta de la democracia porque la imposición no ha funcionado y el desplante de un peón se ha hecho público. De cualquier otra manera, es seguro que la opción hubiera sido el "aterrizaje" directo de un pretoriano como cabeza de lista.

En definitiva, sea quien sea cabeza de lista para la candidatura al Ayuntamiento de Madrid, el que ya ha perdido ha sido Zapatero. Por presunción o exceso de confianza, ha creído que Tomás Gómez seguía en su esfera de influencia, y cuando se ha dado cuenta de su error, ya era tarde para el riesgo calculado y sólo le quedaba el puño sobre la mesa. Pero dar golpes de liderazgo fuera de su primera línea de peones es fracaso seguro.

Así, de los resultados de las primarias se desprenderán dos efectos directos sobre la imagen de Zapatero: uno malo y otro muy malo. Si gana Gómez, reafirmará su posición en detrimento de la de Zapatero... malo; si gana Jiménez, se confirmará que las fiestas de la democracia encierran códigos y directrices de partido al servicio del vértice de la pirámide... muy malo. Y es que cuando se rebelan hasta los peones, algo falla en las alturas.

Señores… creer en la neutralidad y limpieza del aparato interno de un partido político es un acto de fe que muy pocos están preparados para aceptar


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Nuño Orgaz (3 noticias)
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